Confinamiento
Calculo a ojo de pájaro que al mirar por la ventana de mi casa veo aproximadamente a dos de las casi ocho millones de personas que habitan Santiago. Con eso me basta para pasar el día entero imaginando qué harán, qué comerán o si se lavarán, o no, los dientes por la mañana. No logro pensar qué pasaría si viviera en otro sitio, más elevado, donde pudiera ver, por ejemplo, a cinco millones de santiaguinos. Seguramente no me alcanzaría el día para imaginar que pasaría por la cabeza, por los pies, y por la boca de tanta gente.