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victor.ia
victor.ia | Valparaíso | 24/01/2021 20:32

Así como llegaste, te marchaste.


Un día cualquiera, apareciste de la nada y desde ese primer momento en el cual te vi, sentí cierta curiosidad por tu persona. Razón por la que decidí hablarte con algo de nerviosismo creyendo que quedaría en ridículo, porque cómo un chiquillo tan lindo podría querer hablarme a mí, una persona común y corriente del pueblo que tenía en ese entonces cientos de inseguridades y ahora son más de mil.

Y sucedió, sorpresivamente que me hablaste. Yo estaba que gritaba de la emoción porque no creía que semejante hecho fuese real, por lo que para llamar tu atención dije ciertas cositas sobre mi persona que no eran muy reales, para verme más interesante e importante. Total, creí que nunca más volveríamos a hablar.

Resultó ser, que sí volvimos a hablar y por cosas de la vida nos encontramos por lo que tuve que confesar mis mentiras porque no me quedaba de otra. Mi primera impresión de ti no fue la mejor debido a tu actuar desagradable conmigo. A pesar de aquello, decidí que quería seguir sabiendo de ti aunque fuese de manera esporádica. 

Me gustaba la poca o nula atención que en ratos me prestabas porque creía que tu compañía era sincera, ahora pongo eso en duda y en realidad pongo en duda prácticamente todo que se relaciona a ti.

Tras aquel encuentro, volviste a aparecer meses más tarde y en un momento en el cual no creía que volvieses a aparecer y me preguntó las razones del destino para que te colocará de vuelta en mi camino. Este intervalo de tiempo que estuviste junto a mi, fue algo extenso y pudimos compartir diversos momentos interesantes, también sería el punto final a la historia que tuvimos haciéndonos compañía. 

Te esfumaste, casi por completo tras aquel abrupto cierre que se nos impuso. Digo casi por completo porque a pesar de no tenerte físicamente a mi lado, seguía imaginando que estabas frente a mí y que veía tus ojos y facciones como lo había hecho muchas veces antes. 

De pronto, comencé a encontrarte en las calles que recorríamos cerca de la casa de mi abuela, en las plazas en las que nos solíamos sentar a hablar de música, experiencias personales y a fumarnos algo a pesar de que no era algo que me gustase en aquel tiempo.

 Otro lugar en el que te encontraba y te sigo encontrando es mi fotografía de licenciatura de enseñanza media. Aún veo tu cara ahí y mi cuerpo tiembla. No sé qué hacer con tu rostro, podría taparlo con alguna figura pero eso sería una razón más para que invadas mis pensamientos por lo que prefiero dejarte ahí e ignorarte, es más fácil así.

Me sigue pareciendo increíble como un día apareciste y al siguiente ya no estabas. A pesar de esto, sigues llegando a mis pensamientos aunque no lo quiera, sin que te invoque, apareces cual nube oscura que cubre al sol anunciando un aguacero inminente sin breve anuncio de su aparición.

Actualmente lucho para que tu presencia imaginaria abandone cada rincón intangible de mi memoria y corazón para encontrar algún tipo de descanso. Un descanso de tu persona.

Hago una invitación sincera a que salgas de mí y te marches como si nunca hubieses llegado. Quiero comprobar si de ese modo, alguna migaja de ti me entregue paz y sin culpas.

El que aparezcas y me habites cuando y como quieras, hace que me pierda. Me quedo sin centro que mantenga mi mente cuerda y funcionando. 

Una de las últimas veces que te vi, partiste a pie y yo creí que no dejarías nada tuyo en mí. Lamentablemente, me equivoqué porque dejaste todo lo gris que portabas en tu interior conmigo.

Rompiste esa parte de mí que logra vibrar por otra persona y me dejaste sin herramienta alguna capaz de reparar todo el desastre que causaste y así armarla para que vibre con otro ser.

Tu partida aún me tiene con un sabor agridulce en la boca. Actualmente, sigo en la búsqueda de aquel producto o ingrediente que la vuelva dulce otra vez.



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