Identidad.
Desde mi infancia, sentía algo distinto con mi persona. Ese algo de diferencia siempre fue tema de conversación entre mis pares aún cuando yo no tenía idea alguna de lo que pasaba conmigo. Crecí bajo la compañía de mujeres, quienes dejaron en mí pequeños rasgos de sus vidas, conocimientos y valores que aún permanecen conmigo, por estos tesoros entregados a mí a modo de herencia me hacen sentir gratitud.
Ahora que recuerdo cómo la gente comentaba sobre mi supuesta homosexualidad, podría decir que era toda una figura pública y tenía un público expectante a saber si aquello que cuchicheaban o comentaban con mi madre se haría realidad. Cuando tenía trece años esa incógnita empezó a tener respuesta y fue más difícil de afrontar de lo que yo podría querer o pensar. En aquel momento la realidad se me hacía difusa y me sentía en constante juicio de otros. Siempre me pregunté cómo es que todas las personas sabían que cuando creciera encontraría aquella identidad en mí. Sentía que todos lo sabían y yo me enteré a último minuto.
Mi identidad homosexual se vió marcada por diversos factores como la familia, en la cual unos me apoyaron y otros hacen la vista gorda con desinterés o quizás con repudio, no tengo completa certeza sobre aquello. La escuela era otro lugar donde era motivo de burlas y ofensas que me hacían sentir mal, en una posición de absoluta insuficiencia de defender a mi persona y defender mi posición como persona homosexual. ¿Por qué permití eso? ¿Por qué el encontrarme como persona tenía que venir acompañado de dolor?
Otro factor que oprimió mi identidad por largos días, fue la religión. El saber que el simple hecho de ser homosexual iba en contra de mis propias creencias me partía el corazón porque yo deseaba amar a otro hombre y con todo lo que eso conlleva, sin importar si tendría que pagar un precio muy alto el día en que las personas sean juzgadas por aquel ser omnipotente que me dio creación. ¿Por qué un ser creador y de amor quería castigarme por un motivo que yo no elegí? ¿Sería feliz llevando una vida homosexual en secreto y en completo celibato y castidad? ¿Vale la pena un poco de felicidad mundana comparado a la magnificencia que puede entregar Dios?
Mi identidad ha cambiado a través de los años y creo fielmente en que lo seguirá haciendo. Esta está llena de cicatrices, moretones y heridas que aún no cierran. Está marcada por la discriminación, el rechazo, el machismo, la falta de conocimiento, la segregación por clase, la rabia, la pena, la soledad y la reflexión continúa sobre lo que me rodea y quienes me rodean. Hace un tiempo atrás me encontré con la encrucijada si debía seguir definiendo mi persona como hombre cuando aquella denominación nunca tuvo una connotación positiva en mi vida. ¿Sería acaso que necesitaba empezar a encontrarme como mujer? ¿Podría ser acaso que existía la opción de no definirme como ninguno de los géneros impuestos y así disfrutar de la ambigüedad de identificarme como hombre o mujer?
¿Cuándo fue el momento exacto en el que decidí que mi homosexualidad y mi actual identidad no tenían que ser sinónimos de vergüenza y represión? ¿Cómo me percaté que quien soy en este momento está situado en un terreno político por el cual debo luchar todos los días? Porque el ir con mi pañoleta de colores en mi riñonera es un acto político, una lucha constante contra aquellos que no quieren que viva o exista, ni aquellas identidades que se alejan del cis-mundo y la hetero norma.
En ocasiones, temo por mi vida. Temo por que me maten por odio, temo que más de mis hermanas, hermanes y hermanos sigan siendo asesinados y el Estado no haga nada por las vidas que se van y no les importa ni lo más mínimo. Porque yo no busco casarme en este momento, cómo creen que eso puede causarme un alivio o felicidad alguna si en las calles no estoy a salvo. Cuando constantemente me gritan hueco a medio día cuando me dirijo a algún lugar y el miedo se apodera de mi persona, no sabría cómo defenderme y la angustia o la pena empiezan a obrar en mi mente y mi realidad es puesta en duda.
A pesar de todo lo malo que puede pasarme a mí o a cualquier persona diversa y si esto fuera una mera elección que tomé en algún espacio preterrenal, ratifico con completa seguridad que volvería a elegir mi identidad actual y la pasada. Mil veces más, si fuese posible.
¿Respuesta definitiva?
Sí, respuesta definitiva.
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