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Iago Ihüen
Iago Ihüen | Metropolitana de Santiago | 20/02/2021 19:11

La Charla Inconclusa


«Eleuterio me observó como si tuviera algo muy importante que transmitirle. De sopetón, como intentando provocarme, me hizo una serie de morisquetas con la boca y me mostró la lengua, en un genuino e infantil intento por enfadarme»

                —No lo conseguirás, pequeño petimetre. Ya no respondo ante esa clase de provocaciones.

                «Guardó su lengua y se cruzó de brazos. Creí que hablaría. Sin embargo, se limitó a permanecer de pie, observando mis actos, en la pequeña salita que había diseñado para él»

                —Podrías haber pensado en algo más bonito ¿No te parece? ¿Qué diablos son estas cosas?—. Y sacudió con fuerza de las hermosas cortinas de seda que había comprado en Verona hacía pocos meses— Esto no es de Verona.

                Me sobresalté. ¿Cómo diablos había leído mi mente?

                —¿Cómo supiste lo que...

                —Te sorprende lo que hago... ¿Verdad?—. Y rio amarga y toscamente enseñándome sus amarillentos dientes de ratón— ¡Ja, ja, ja, ja!

                —Óyeme, que esas me las compré cuando fui a Verona. Son auténticas. Es seda italiana de la mejor calidad.

                «Eleuterio hizo un gesto de repulsión, y al momento le entraron ganas de estornudar. Me miró de forma desafiante y tomó un trozo de las cortinas. Luego de encontrar la costura le dio un brusco tirón y la rompió, procediendo a limpiarse los asquerosos mocos verdes que chorreaban de su nariz. Me exasperé»

                —¿¡Pero qué diablos te pasa!? ¡Maldita sea hombre!—. Grité asqueado, al verlo dejar la cortina llena de secreciones— ¿¡Cómo te atreves!?

                —Ejem. Soy una de tus creaciones. ¿Acaso ya se te olvidó? Fuiste tú el que me trajo aquí en primer lugar. Yo no te lo pedí. No tengo la culpa de estar enfermo y que tuviese estas cortinas tan suaves para usarlas como pañuelo.

                Respiré profundo, fastidiado. Tenía razón.

                —Podrías haber pensado un poco las cosas. Podrías haberme pedido una toalla higiénica o un pañuelo desechable.

                —Sí. Podría...Y tú también podrías pensar un poco más y ponerme por aquí una silla o un sillón para sentarme. Me duelen las piernas y el creador ni se inmuta por el bienestar de su creación—. Me dijo en un tono insoportablemente burlón.

                Dios santo...

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