La Charla Inconclusa
«Eleuterio
me observó como si tuviera algo muy importante que transmitirle. De sopetón,
como intentando provocarme, me hizo una serie de morisquetas con la boca y me
mostró la lengua, en un genuino e infantil intento por enfadarme»
—No lo conseguirás, pequeño
petimetre. Ya no respondo ante esa clase de provocaciones.
«Guardó su lengua y se cruzó de
brazos. Creí que hablaría. Sin embargo, se limitó a permanecer de pie,
observando mis actos, en la pequeña salita que había diseñado para él»
—Podrías haber pensado en algo
más bonito ¿No te parece? ¿Qué diablos son estas cosas?—. Y sacudió con fuerza
de las hermosas cortinas de seda que había comprado en Verona hacía pocos
meses— Esto no es de Verona.
Me sobresalté. ¿Cómo diablos
había leído mi mente?
—¿Cómo supiste lo que...
—Te sorprende lo que hago...
¿Verdad?—. Y rio amarga y toscamente enseñándome sus amarillentos dientes de
ratón— ¡Ja, ja, ja, ja!
—Óyeme, que esas me las compré
cuando fui a Verona. Son auténticas. Es seda italiana de la mejor calidad.
«Eleuterio hizo un gesto de
repulsión, y al momento le entraron ganas de estornudar. Me miró de forma
desafiante y tomó un trozo de las cortinas. Luego de encontrar la costura le
dio un brusco tirón y la rompió, procediendo a limpiarse los asquerosos mocos
verdes que chorreaban de su nariz. Me exasperé»
—¿¡Pero qué diablos te pasa!?
¡Maldita sea hombre!—. Grité asqueado, al verlo dejar la cortina llena de
secreciones— ¿¡Cómo te atreves!?
—Ejem. Soy una de tus
creaciones. ¿Acaso ya se te olvidó? Fuiste tú el que me trajo aquí en primer
lugar. Yo no te lo pedí. No tengo la culpa de estar enfermo y que tuviese estas
cortinas tan suaves para usarlas como pañuelo.
Respiré profundo, fastidiado.
Tenía razón.
—Podrías haber pensado un poco
las cosas. Podrías haberme pedido una toalla higiénica o un pañuelo desechable.
—Sí. Podría...Y tú también
podrías pensar un poco más y ponerme por aquí una silla o un sillón para
sentarme. Me duelen las piernas y el creador ni se inmuta por el bienestar de
su creación—. Me dijo en un tono insoportablemente burlón.
Dios santo...