Liceana
El azul de tus ojos me busca. Busca el cálido café de los míos. Entre la avalancha blanca que inunda pasillos, caminas recto, arreglas tu pelo, respiras profundo. Sé que me viste. No quieres mirarme. No debes hacerlo. Al final del pasillo, a un costado de la escaleras, de bucaneras largas, cabello enredado y café en los ojos. Me encuentras. Avanzas lento. Lento entre la gente, pero a mí rápido. Tus alumnos te detienen, me miras, te mueres por llegar aquí. Logras zafarte y caminar rápido. Tus zapatos se detienen, estás de frente. Tu aliento me golpea el rostro, tus manos me acercan. Me hablas. Me hablas profundo. Me hablas temblando. Mis amigas te miran, tragas nervioso. Sonríes de lado. Te comen los nervios. Yo me río. Tú suspiras. Tus azules me buscan. Me buscan y me examinan. Me buscan y penetran. Lo sé. Sé lo que piensas. No es correcto. Bajas la mirada, ya no tiemblas, no estás nervioso. Solo te arrepientes. Te arrepientes mucho. Ya no me tocas. Ya no me miras. Avanzas lento. Uno, dos, tres peldaños, desapareces. El timbre grita. Ya no te veo.
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