Cronología
Catalina tenía 6 años cuando recreaba los noticiarios que veía sagradamente todos los días a las 20.00 horas en el pequeño televisor de la pieza de su mamá. Los peluches eran los entrevistados y el secador de pelo servía como micrófono con el que presentaba las noticias. A los 14, ya no soñaba con ser una simple lectora de noticias en un país como este, ella quería ser una reportera de CNN, de la BBC o en su defecto ser VJ de MTV. En las clases de lenguaje, mientras el profesor trataba de dejar en claro la diferencia entre hipérbole e hipérbaton, con el clásico “Érase un hombre a una nariz pegado”, Catalina cerraba los ojos y se imaginaba entrevistando al presidente de Estados Unidos o informando sobre la muerte del último Beatle. Con 19 años recorría las calles cercanas a la Estación Los Héroes en busca de una pensión barata para vivir durante su primer año de universidad, en el segundo ya podría cambiarse a un departamento si le seguía seguía yendo bien con las propinas. Faltando un mes para su titulación y dos días para su cumpleaños 24, Catalina viajaba al norte porque a su mamá le habían detectado un bulto en un seno. Dos años después besaba la frente de su madre recientemente sometida a una mastectomía y le prometía que en un menos de un año iba a encontrar trabajo como titulada. A los 27 Catalina salía del Cybercafé después de enviar su curriculum a todos los canales de televisión. A los 31 miraba por la ventana de su oficina cercana al Costanera Center, contando los minutos para el fin de la jornada, cansada de métricas y palabras del mundo del marketing. Acostada en su cama un viernes en la noche, como nunca pensó que sería su vida a los 33 años, Catalina mantenía la mirada fija en el noticiario sangriento de medianoche, y en la tenida impecable de color fucsia que llevaba la conductora del espacio.
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