Mi librero
Lo primero que miro al entrar a mi casa es mi librero. Mi librero de cálida madera no solo tiene libros, también tiene amores, herencias, olores, e infracciones a la ley. De la A a la Z están ordenadas las autoras y autores que conforman mi preciado librero. Hay apellidos que se repiten y se repiten en antiguas y nuevas ediciones, hay apellidos que están ahí solos esperando que pronto los acompañen otros libros con sus mismos apellidos, pero pasa el tiempo y solo algunos apellidos siguen ganando espacio en los compartimentos. En mi librero hay libros que se han ido en manos traidoras y han debido ser reemplazados. Hay libros averiados por el tiempo y las termitas. También hay libros accidentados, algunos con manchas de té producto de un derrame fortuito, libros con páginas rajadas que develan la desesperación que tuve en cambiar rápidamente la página para continuar alguna historia. Libros delincuentes, que no voy a detallar como llegaron, pero llegaron y eso es lo que importa. Libros tristes que no he leído nunca y a los que alguna vez les he dado falsa esperanza por algunos segundos, solo para volver a tomar aquellos libros firmados por los apellidos de siempre. Mis favoritos son los libros que han tenido muchos dueños y han viajado por distintos ojos o aquellos libros cuyas primeras páginas (que alguna vez tuvieron preciosas dedicatorias) han sido arrancadas. En mi librero hay autores que fueron amigos, autores y autoras que fueron amantes, autores enemigos y a los que por razones obvias tengo aislados.
Mi librero me mira cuando llego a casa, me intenta hipnotizar, me pide la atención que no tuvo durante toda la jornada. Y sí, hay muchos días en los que lo ignoro, pero cuando lo necesito él está ahí, ofreciéndolo todo.
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