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Sebastián I V
Sebastián I V | Biobío | 14/05/2021 17:37

Ayudante de maestro 2


Día número dos del espantoso experimento laboral. El Luciano no pudo ir a trabajar. Resulta que no soy el ayudante de maestro que creí que iba a ser. Soy lo contrario, el ayudante del ayudante. Esto es, el ayudante del Cachorro que es el ayudante del Maestro Bernardo. El maestro fuma como maricón celoso, tiene una voz pastosa y es adicto al café. Un seco pa la pega. El Cachorro usa dreslocs y una bandana de temática afrosimpatizante. Treinta y algo, el único de sus hermanos que no quiso estudiar. Y yo. Vivimos ambos ayudantes en Villa Capataces y vivimos en los opuestos extremos de la villa. El maestro vivió ahí pero ahora vive en Talcahuano.


Fuimos al fundo Las Margaritas a regar el cemento de la tinaja pa que no se quiebre, agriete ni nada. Después a Talcahuano a donde íbamos al primer día de restaurar dos piezas y un pasillo de segundo piso. Sacamos los papeles murales, dejamos la alfombra del suelo. El Cachorro empastó y no hicimos nada por harto rato. Después me preguntaron si quería ir a Hualpen, con el Eduardo y el Cristobal. Tienen que recibir un camión de hormigón, esta todo escabao, es llegar y echar a pura pala, a lo más sus carretillas, y está listo ya. Dos horitas a lo más. Y yo acepto porque son luquitas extras, no son solo prometedoras cinco lucas, esta vez me va a pagar el Eduardo.


Cuando pasamos a buscarlos están trabajando papá e hijo haciendo un techo de madera. Un garaje de película, súper bonito. Después nos vamos todos a Hualpén a recibir el camión. El Cristobal, el hijo del Eduardo, el primo del Bernardo (mi jefe), llama por el celular, manda mensajes, anota números en una libretita de la UDD, bien loco el man. Tiene 18 años. Su papá, el Eduardo, es todo lo contrario de su primo el Bernardo. Es relajado, habla lento, siempre sonríe y paga bien y todo. Conversan de sus cosas y llegamos a Hualpén y el Bernardo le pide al Eduardo que lo vaya a dejar pa la casa. Nosotros con el Cachorro quedamos pal peco.


Es la entrada de un pasaje de las típicas casas de Hualpen. Hay un portón negro y el espacio que ocupan las casas esquinas genera que las veredas dejen un largo trecho donde la gente va a botar basura y los perros hacen sus necesidades. Incluso perros de afuera. Entonces no esta cavada ni una mierda, tenemos que agarrar la pala que trajimos y conseguirnos una carretilla con un camión de gas que conocía el Eduardo parece. Y tenemos que bajarle nueve centímetros desde la berma y deben ser unos tres o cuatro metros. Y esta repleto de escombros de construcción, piedras grandes, tierra seca seca y harta mierda de perro. Y a darle no más.


No hemos avanzado ni un octavo de la pega cuando aparece estruendoso, ruidoso, abismal, el camión, con el hormigón listo pa tirarlo, y nosotros pa la caga sudaos, a esa hora de las Florestas cuando empieza a llegar la brisa de la Desembocadura, ese frío en la pierna pela, llena de tierra, confiando que el viejo culiao se estacione encima de mis despojos.


El chofer del camión es el tío del Cristobal, se movió el camión porque las empresas si necesitan cuatro camiones compran cinco, y ese uno que sobra el tío de este cabro lo vende a mitad de precio y todos felices. Uno pagando la mitad, el tío con platita, y los clientes con cemento industrial en su pasaje. Webea un kilo para estacionar, los autos se detienen y no pueden creerlo, tocan la bocina por si es que pueden hacer algo para acelerar la maniobra. La gente es tan weona. El camión retrocede y el Cristobal estira la manguera para que tire la mezcla en el minúsculo espacio. Se baja el tío y se da el tiempo de corregir el paleo del sobrino. Nosotros seguimos en nuestro delirio bajo la sombra del camión. Pregunta si lo tira todo o solo la mitad, esto es si vamos a trabajar hasta la hora del pico o hasta la hora de la corneta. Se decide por tirarlo todo el Cristobal y nosotros con Cachorrin seguimos dándole a la pala, la picota, el nivelao, de too.


Y aparece una vecina, la embajadora, delegada o representante de la junta de vecinos, reclamándonos porque aquí y porque allá, y nosotros exhaustos, esperando que el cacareo fuese una programada broma. Pero detrás de la vieja aparece un vecino, hombre joven, de gafas, corpulento, con guantes de maestro nuevos en sus manos. Encara a la señora, la devuelve a observar detrás del visillo y se nos une. Yo prejuiciosamente, sacando paladas que me arruinan la zona lumbar le miro con odio porque anda con guantes y no ayuda una mierda. Le sigo dando junto al Cachorro y, en menor, medida, el Cristobal.


Ante la desesperanza mejora la fortuna. El Cristobal se conecta al parlante, el vecino de los guantes empieza a trabajarle, estamos los cuatro de caeza a por la pega. Trabajamos por harto rato y el Cachorro pregunta por la colación, entendiendo colación por copete (El Cachorro trabajó en el norte por más de un año, trabajó en un maraqueo donde le asignaron el título de barman, aunque era pura barra nacional así que piscola y vodka naranja no más. Partió viviendo en la casa de la señora del primo, dueña del maraqueo. Pero después de un mes ya vivía con las chiquillas en la misma casa, él sólo con más de una veintena de veinteañeras de Argentina, Panamá, Colombia, Venezuela, brasileñas, chilenas, toa la wea. Entonces la colación de las chiquillas es un copete, las minas más hermosas toman whisky con tónica o cualquier copete caro, en cambio las que no son muy bonitas toman roncola no más) y el Eduardo pescó el auto que le dejó el Bernardo para sus menesteres y antes de irse preguntó quien fumaba, y yo levante la mano junto con el vecino que nos estaba ayudando.


Y ya estábamos terminando el primer paño, faltaba el del otro lao, y el frío se empieza a intensificar y se empieza a oscurecer, y ha sonao por cualquier rato la misma música culia y el cemento se esta empezando a poner durazno, y hay que ir a por el otro lado, y mi espalda se está rompiendo y el cayo de mi mano izquierda se ha reventao y me sale un poco de sangre. Esto me anima, me recuerda Whiplash, me cago de la risa. Aparece don Eduardo, con dos pack de Escudo auténtica, no Silver ni esas mierdas, y yo corro a pedirle un pucho y me pasa una cajetilla. Le pasa otra al vecino, el Cachorro atónito me dice que puta que la cagó. Y yo fumando de pana, descansando la espalda.


Pese a la alegría inicial decido no tomar todavía, porque queda caleta de pega y porque que fome vacilar una pilsen en la pega faltando tanto, disfrutando tan poco. Así que después de los cigarros ya estoy más tranquilo pero no bebo. Paro de vez en cuando a fumar, pero igual sacándonos la chucha. Mientras paleo cabizbajo escucho al Cachorro hablarle al vecino con una familiaridad tan natural que pienso que se conocen de antes.


-Y dónde trabajai tú compare?

-En Asmar, me voy, vuelvo. Estaba indefinio y renuncie, me aburrí de la wea. Es así.

-Wena hermano ¿eris soldador?

-Soldao rayan pa la wea hermano

-Esas peguitas son así, pero pagan bien en esa wea sipo

-Ummm, siiii, no sé, igual

-…

-Igual entre ganar 500 lucas y un palo 500 es la misma wea, compare.


No entiendo lo que hablan, Vuelvo al martirio. Me parce que esto no va terminar nunca.

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