Espectáculo
Asistí a un espectáculo extraño. Extraño por decir lo menos. Me regalaron las entradas, pronto tendríamos que volver a encerrarnos de manera indefinida, por tanto no me interesé por averiguar mucho, cualquier pretexto para salir habría bastado. Caminé desde mi humilde morada hasta la avenida Andalién, me quedé inmóvil esperando la Condor que se asomaba desde la otra esquina. Intenté divisar la tarifa, no pude precisar nada, me servía si me cobraba 500 y no me servía si cobraba 530. Sólo vi borrones, incluso cuando pasó en frente de mí, el robot hijo de puta no se detuvo. Me parece que cobraba 500.
Esperé y vislumbré a la lejanía otra micro, debe ser una Centauro, estaba casi seguro que me cobraría 530 pero acaba de pasar una Condor frente a mí y me dejó con la mano extendida, el chofer decidió no esperarme, pero si tuvo tiempo de respetar el rojo de la esquina de enfrente. En esta situación cabe realizar una venganza, una insignificante venganza. La Condor iba muy lejos y por más que persiguiera al robot que manejaba aquella máquina, probablemente nunca daría con ella. Así que para darle equilibrio y cordura a todo esto tenía que concentrar mi venganza en la Centauro.
El chofer joven, bien presentado y escuchando trap, dentro de una nave del futuro, con luces azules y música en alta calidad sonora, llegó con la puerta abierta frente a mí, inspeccionó con la mirada mis tres dedos extendidos hacia el firmamento, miró hacía adelante y esperó que subiera. Y ahí viajé por no sé cuanto tiempo hasta llegar al edificio más feo de la ciudad, que ya es decir mucho, el Teatro Regional. Encaminarme a esa pesadilla me hizo extrañar aquella Centauro ciberpunk, incluso la ordinaria y maleducada Condor. Que horrible vecindario han apilado los presupuestos públicos a la ladera del río Biobío, pensé, y traté de imaginar de qué sería la obra que iba a ver.
Cuando entré no sabía que hora era, pero parecía temprano, parecía que aún no fuese siquiera mediodía, había un silencio absoluto dentro del teatro. Me detuve a pocos pasos de la entrada, para observar y escuchar atentamente, ¿a dónde me debía dirigir?. Divisé a la lejanía a dos mujeres conversando, una más animada que la otra. La animada tenía unos lentes gruesos y una chasquilla, vestía de negro y hablaba con voz de infante y hasta por los codos, se expresaba frenéticamente con los brazos y con las manos, frente a ella, con la corporalidad opuesta, una mujer de pelo gris escuchaba todo aquel discurso, me imaginé que estaría aburrida, pero no podía verle el rostro desde donde estaba. Puaj, pensé, siempre están las mismas personas en las mismas partes. Me encaminé a una puerta, nadie me dijo nada. Abrí y miré largas filas de butacas vacías, y al final un escenario rodeado de cortinas oscuras. Pensé en entrar y quedarme sentado un rato, pero oí pasos cerca mío. Cerré la puerta y encontré un rostro más cercano de lo que había podido precisar.
¿En que le ayudo?, ¿viene a la función de las una? Miré hacía la voz y había un caballero casi completamente calvo, muy mayor y escuálido, vestido con una chaqueta y pantalón de marino, con zapatos brillosos me indicó que lo siguiera. Creo que conocía a esa persona de otra parte, pero no podía identificar de donde. Estaba casi seguro que era actor pero no sabía si lo había visto en una película, que era poco probable, pensé; o en una obra en tabla, pero si así fuese habría sido hace muchísimo tiempo, uummm; quizá en la calle actuando de algo, quizá cantando.
Mientras me entretenía en estos pensamientos que no llegaban a puerto, el caballero me guiaba como flotando por un pasillo de paredes oscuras, al principio no me había percatado pero ahora estaba seguro que el pasillo se iba estrechando a medida que avanzábamos. Cuando llegamos a una esquina doblamos y, ahora que ponía atención, el pasillo había vuelto a ensancharse, creí que estaba soñando. Le comenté a mi guía que curiosa manera de estar construido el edificio, en respuesta balbuceo algo sobre los pacos y tosió. La verdad no sé si sobre los pacos o sobre los narcos o sobre los patos, tengo los oídos muy malgastados por el uso excesivo de audífonos así que no podría dar fe de lo que oí. Cuando volví la vista nuevamente el pasillo se había estrechado, las murallas apretaban mis hombros izquierdo y derecho, el caballero estaba muy cerca mío. Se dio vuelta y me indicó que entrará.
Adentro había un bullicio insoportable, en una sala como para cien personas había apenas una diez, pero se escuchaban como mil. No pude identificar nada de lo que decían y en cuanto estuve adentro comprendí que era peor de lo que imaginaba. En el escenario había una persona tirada en el suelo, y la iluminación estaba oscilando entre azul morado verde oscuro, y después mucha luz blanca, y después de nuevo azul morado rojo oscuro y mucha luz blanca y la persona ya no estaba en el suelo. La gente se levantó y aplaudía y gritaba marichiweu y yeyeyeyeyeyeyeyei. Y se felicitaban unos a otros y aplaudían. No entendía en dónde había ido a meterme, pero quería estar seguro de que se trataba todo eso.
-Muchas gracias a todos, han sido un excelente público. Desde que soy niño he podido revivir estos sentires de mis ancestros y he podido ser el portavoz de cientos de miles de millones que ya no están aquí entre nosotros. Con el tiempo, he ido construyendo una gran ruca donde he podido dar vida y cobijo a mis más antiguos y respetados ancestros. Ahora, frente a ustedes, ilusos soñadores, mendigos y falsos alborotadores, prometo dar vida por lo que me quede de vida, a los otros cientos de miles de millones que me quedan por estrujar. Y aprovecho de agradecer a Forestal Arauco por su cariñoso patrocinio, ya que sin ellos aquí, nosotros habríamos caído en el olvido como los jaquis, de quienes no sabemos una mierda.
Y la multitud vuelve a enloquecer, gritos y vitoreos, y qué ahora si que van a saber con quién se metieron. Volveré y seré millones. Nada nos detiene, nadie nos enfrenta. Todas las balas se devolverán. Suena una trutruka de fondo y la gente comienza a disminuir el bullicio. La persona que estaba tirada en el piso, después dio un discurso y ahora se ha elevado al cielo y la luz comienza a extinguirse lentamente. Cuando todo esta en oscuridad el sonido de la trutruka es ensordecedor. Todos estamos expectantes.
Se detiene el sonido. Un silencio abrumador inunda la sala. Ni siquiera los bulliciosos meten ruido. Miro hacia el lado y el anciano que me trajo a la sala está a dos asientos de mi intentando abrir un Quilombo. Vuelvo la mirada al escenario y ha aparecido un animal gigante. Es una pantera me imagino, pero es casi tan grande como el escenario, es completamente negra y se pasea mirando a la gente que hace absoluto silencio. Yo me estremezco realmente por primera vez desde que salí de mi casa. Esa pantera no parece ser un actor, ni un disfraz, ni una proyección ni nada. Parece una pantera gigante, lista para devorarnos a todos los ahí presentes. Pero el animal, pese a su mirada feroz se limita a pasear por el escenario, que se le hace chico.
De pronto caigo en cuenta que la persona que estuvo tirada en el escenario ha retomado su papel, ahora está con otra ropa, como disfrazado de espantapajaros, pero sigue tirado en el mismo lugar que antes. La pantera lo agarra con el hocico y pasea con él colgado de sus labios. Y lo vuelve a tirar al suelo, lo mueve con su pata gigante, el espantapajaros está quieto, ni siquiera respira. La pantera negra se pasea en distintas posiciones, lo queda mirando por un rato, se aleja y se acerca, le mueve con una pata y luego con la otra, el espantapajaros se deja. Cuando ya a pasado un buen rato de estar asustado entiendo que la pantera no le hará nada. Pero el feroz animal da un salto y queda muy cerca de su juguete, resopla y cae pesadamente sobre él. La pantera da un bostezo que muestra sus grandes dientes y su boca por dentro, dejándonos en claro que es real, y se queda dormida. Solo se ven los pies del espantapajaros, que primero se mueven frenéticamente y progresivamente se detienen por completo. La luz se va a negro y el auditorio estalla en aplausos.
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