Ingenua
Aquella,
cerrando sus ojos,
pedía a quién no veía,
como si de una ciega se tratara,
anhelando el día, en que no viera más.
Su voz estancada, gritaba,
paralizada.
Escuchó tantas cosas,
pensó que vió,
más no enterada ella,
perdió.
Sellada estaba su boca,
como si de hilos atados se tratara.
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