La ciudad Fantasma
El sol zambullía a paso milimétrico su
vetusta masa fulgurante tras la cristalina y pacífica desembocadura.
Legué no pocos minutos de silencio mental al retorno diario de las gaviotas que
planeaban graznando. Esta rama de aves neognatas o neognathae; del griego “mandíbulas nuevas” viajaban de playa a
playa organizadas en formación de “V”. Tajaban el viento tibio desde el norte al suroeste con
cierto toque novelero. Ese mismo día Lunes tres de Julio, mientras esa peña de pajarracos
surcaban despreocupadas el cielo arrebol, mi vida pendía de un finísimo hilo rojo; fusiles
y pupilas vidriosas me vigilaban incisivas, mientras vagaba manos en alto por una
tenue avenida de la espectral ciudad recientemente encuarentenada.
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