Ley de atracción
No sé. Estaba por correrme de clases on line de nuevo cuando el timbre de su voz cambió. Parecía molesto, o triste. Se escuchaba como si un robot chiquito en su garganta hablara por él. Yo tenía sueño y las clases de física eran una lata, francamente, pero de repente este profe se puso a decir lo mismo de siempre, pero así. Medio gritando, o llorando. Entonces saqué el cuaderno y me puse a tomar apuntes. Nunca había tomado apuntes en física y me dio risa ver el cuaderno en blanco. Presentía que iba a contar algo fuerte, que iba a decir algo importante. Seguí anotando. Se puso tan interesante que comencé a sentir vergüenza de tener las hojas así, sin nada. La clase estaba buena. No quería perder el hilo. Miré el cuaderno. Números, siglas, unos nombres raros. Un alemán, un francés, un gringo. Lo que es ser del primer mundo. Seguí anotando. Unas fórmulas. Unos libros recomendados, unos autores que no conocía. ¿Podré comprarme uno? Dos, tres, cuatro libros. El profe estaba sudando. Se secó la frente, se sacó los lentes. Seguí anotando. No compartió pantalla, raro. Parece una obra de teatro, el profesor anda cuatico. Mueve las manos. No pasó lista. No falta nadie. ¿Hace cuánto no me corría de clases de física? Alarma de celular.
- Estudiantes, terminó la clase. Nos vemos el otro miércoles. Traigan el libro porque lo vamos a usar.
- Profe, ¿cuál era el título?
- Ley de atracción.
2