Volarse
En una noche
llamada lunes,
aprendí otra vez
a volar.
Junto a la
compañía de
un visitante,
nos adentramos
a aventurar.
Entre risas,
conversaciones
y naipes.
El miedo se
comenzó a
esfumar.
Enrolado el
pito, lo
comenzamos
a fumar y el
deseo de
besar al
visitante
comenzó a
aumentar.
Le pregunto si
nuestras bocas
se pueden tocar,
el accede y cuando
nuestros belfos
se juntan, mis pies
se apresuran a
flotar.
Ya víctima de
su cuerpo,
caricias y
gemidos; al
cielo nocturno
me pongo a
adorar.
En compañía
de la luz de
la luna y él
acurrucado
entre mis
brazos, su
cabeza me
pongo a
acariciar.
Ya llegado
el día martes,
pegado a mi
lo volví a
encontrar.
Entre la luz
del cielo
grisáceo,
nuestras
bocas se
volvieron
a pegar.
Un solo
cariño más
y yo me
dejaré
atrapar y ya
no te querré
soltar.
Llegó la hora
de despertar
y aterrizar.
Los cigarrillos
del amor y
los ósculos
ya
se lograron
consumar.
El invitado
cual pajarito
emprendió
su viaje,
abriendo sus
alas para volar
y a mi nunca
más volver a
visitar.