La nuestra presencia
Y en estas horas de sutil profundidad en la que todos los escritos cobran un inncesario recuerdo, hundo en las letras unos días ausentes que me permiten descifrar lo desconocido, que me hacen cuestionar las palabras inertes que nunca existieron. Y es tal vez este momento el que necesito para continuar, para sentir que estoy aquí y que tú estás allá, que el punzado latido que me quemaba también te quema a ti, en una dimensión totalmente diferente pero con plena similitud de variantes. Me gustaría contar los lunares de tu mano para mostrarte las cicatrices invisibles que me dejan aquí, que solo yo veo, pero que tu puedes tocar. Me gustaría liberar ese llamado a gritos en silencio que me tienes escuchando en voz alta, decirte que por hoy está bien, que por hoy tienes permitido llorar, que no tienes que ser fuerte por siempre. Que tienes unas manos que miran a las tuyas y sin pensarlo abrazarían ese ser que tu crees incompleto. Y que yo me creo incompleta también. Aunque bien sé que tú eres pleno, con un millón de conexiones entre la tierra y el cielo estrellado, que te necesitas a ti mismo para estar allá pero que tienes estas palabras para seguir aquí.
Un abrazo eterno y sincero es lo único que me gustaría escribir en esta hoja que no me alcanza. ¿Alcanzaría de otra forma ahora?
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