Vivió feliz para siempre
Cien años en los que Aura durmió, durmió y durmió. Cien
años hasta que un gallardo príncipe la liberó con un beso. ¿Imaginan una
situación más romántica? Pues, si la respuesta es no, lamento anexar algunos
detalles escabrosos. El valiente príncipe realizó aquella hazaña guiado por el
ego de inmortalizar su nombre, y por el deseo de ser el dueño del objeto más
bello que ningún hombre podría poseer. Esto gatilló el feliz e idílico
matrimonio o, por lo menos, la historia que todos conocíamos hasta el momento. Otro
detalle interesante fueron los regalos obsequiados por la hadas a la pareja.
Para ella: belleza, mansedumbre, paciencia y fertilidad. Para él: gallardía y
valentía. ¿Por qué la diferencia? En ese instante, la esposa, seguía dormitando,
sin darse cuenta.
Cumplían un año de casados y las cosas en palacio no marchaban nada bien. El príncipe
fue dotado de tanta valentía que no temía conquistar territorios ajenos,
descuidando el propio. Ya casi no hablaban, pues cada vez que esto acontecía
era solo para vociferar la misma historia: la fortuna de ser rescatada por el
príncipe. Dormían en camas separadas, esto le inquietaba a Aura, ya que deseaba
sentir lo que su alma gritaba. Y, para finalizar la dicha de estar casada,
todos los días debía someterse a rituales de belleza exigidos por su marido,
pues ansiaba presumirla en cada evento público. Punto a parte eran las
habladurías del pueblo, pues no llegaba el anhelado heredero, tanto así, que
hasta la madre de Aura, sostuvo una inexplicable conversación sobre el rol de
una esposa. La responsabilidad de no
gustar al esposo recaía en ella, solo en ella. Por lo que debía hacer todo lo
que estuviera a su alcance por agradar y
contentar a su marido. Aura, no pronunció palabra.
Pero, el momento inesperado, llegó. Mientras dormía en
estos pensamientos, escuchó decir su nombre. Quería salir corriendo de la
habitación, temblaba de miedo, pues quien
la llamaba era la mujer responsable de su dormir por cien años. La vil hada la
visitaba, seguramente, para cobrar venganza al no ser invitada a la boda real.
El hada solicitó con voz solvente que no se marchara de la habitación. Aura,
quedó sobrecogida al escucharla. ¡Sorpresa!, la historia verdadera sobre lo
sucedido distaba mucho de la que tantas veces escuchó de su padre.
Malvina, era el nombre de la visitante quien, ahora,
revelaba la intención por la que recurrió a ese hechizo. Solo pretendía
cuidarla de las injusticias de la época por ser mujer, inteligente y hermosa. Pues,
sabía mejor que nadie las consecuencias de rebelarse ante la presión de un matrimonio
sin amor; sumando a esto el hecho el no desear convertirse en madre. Ante el
horror de lo que escuchaba el pueblo y para el bienestar de este, hicieron
correr el rumor acerca de la personalidad resentida y vengativa de Malvina para
asegurarse que nadie seguiría su ejemplo. El hada pensó que cien años bastarían
para que la sociedad evolucionara y comprendiera la necesidad de vivir bajo el
concepto de equidad, por eso la durmió, los durmió por tanto tiempo. Pero, no
es todo. Malvina, ¡era su tía! Aura, no lo sabía porque antes de su nacimiento,
ella no cedió ante el acoso del rey (esposo de su hermana), a quien denunció
ante la corte. Nadie creyó en su versión, por lo que se le otorgó el cargo de
hada, alejada de palacio. Mas no entristezcan su corazón, porque al instante de
enterarse que su sobrina había contraído matrimonio tan prontamente, decidió
presentarse a pesar del peligro que corría. Aura, envuelta de un guerrero silencio,
se acercó y la abrazó. Aura, le solicita que espere unos instantes, que ella
solucionará esta confusión.
¡Atención a lo que viene!… Queriendo encarar al padre por
la injusticia cometida, Aura, escuchó los detalles escabrosos de un contrato.
El rey ofrecía al príncipe - esposo la suma de 90 escudos de corazones de por
vida, con la condición de asegurar la descendencia al trono. Aura, ni siquiera interrumpió esta aberración;
deseaba correr y correr, el instinto la instaba a llegar a la torre; hasta ese
entonces, símbolo de la valentía del hombre villano que ahora conocía, para por
fin contar su verdad. ¡Espanto!, mientras marcaba pasos firmes hacia su
destino, descubrió que no era la única sumergida en una pesadilla. Un hombre
golpeaba impunemente a una mujer en la esquina de un bazar, sin que nadie se
pronunciara al respecto. Aura, sentía que debía correr aún más rápido.
Lamentablemente, en la siguiente cuadra, jovencitas eran hostigadas por un grupo
de hombres; ninguno de los testigos alzó
la voz. Aura, corría, corría y corría con valentía en el alma.
Por fin, ya
en la torre, tomó pinturas y brochas del artista del pueblo, mientras los
ojos curiosos comenzaron a rodearla. En
los ladrillos plasmó: “¡Mujer!, no me gusta cuando callas” y “Ni la tierra, ni
las mujeres somos territorio de conquista”. En seguida, promulgó:
-Soy Aura, la
mujer que se ha cansado de escuchar por boca de otros su propia historia. Gracias
a estos mensajes escritos en las paredes de esta torre, me he liberado de los abusos,
de los engaños, de la esclavitud de la belleza. Y, las libero a ustedes de
esperar a un príncipe salvador inexistente, porque somos dueñas y responsables
de nuestra vida. Aura, se percata que entre la multitud se encuentra su madre en compañía de Malvina. Con voz dulce
pero severa, se dirige a ella para liberarla del mundo de apariencias en la que
ha vivido durante tantos años; la abraza férreamente. Soy Aura y dejo estos
mensajes para que sea contada la versión correcta de mi historia.
¿Qué creen que sucedió después?... Aura, fue
la primera mujer del reino en obtener el divorcio; la segunda fue su madre. Ellas
y, en compañía de Malvina, edificaron un reinado de equidad.
Y, colorín colorado, este cuento recién está comenzando.
HANZEL CARTER
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