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Gretel Carter
Gretel Carter | Ñuble | 18/08/2020 15:43

Vivió feliz para siempre


Cien años en los que Aura durmió, durmió y durmió. Cien años hasta que un gallardo príncipe la liberó con un beso. ¿Imaginan una situación más romántica? Pues, si la respuesta es no, lamento anexar algunos detalles escabrosos. El valiente príncipe realizó aquella hazaña guiado por el ego de inmortalizar su nombre, y por el deseo de ser el dueño del objeto más bello que ningún hombre podría poseer. Esto gatilló el feliz e idílico matrimonio o, por lo menos, la historia que todos conocíamos hasta el momento. Otro detalle interesante fueron los regalos obsequiados por la hadas a la pareja. Para ella: belleza, mansedumbre, paciencia y fertilidad. Para él: gallardía y valentía. ¿Por qué la diferencia? En ese instante, la esposa, seguía dormitando, sin darse cuenta.

Cumplían un año de casados y las cosas en  palacio no marchaban nada bien. El príncipe fue dotado de tanta valentía que no temía conquistar territorios ajenos, descuidando el propio. Ya casi no hablaban, pues cada vez que esto acontecía era solo para vociferar la misma historia: la fortuna de ser rescatada por el príncipe. Dormían en camas separadas, esto le inquietaba a Aura, ya que deseaba sentir lo que su alma gritaba. Y, para finalizar la dicha de estar casada, todos los días debía someterse a rituales de belleza exigidos por su marido, pues ansiaba presumirla en cada evento público. Punto a parte eran las habladurías del pueblo, pues no llegaba el anhelado heredero, tanto así, que hasta la madre de Aura, sostuvo una inexplicable conversación sobre el rol de una esposa. La  responsabilidad de no gustar al esposo recaía en ella, solo en ella. Por lo que debía hacer todo lo que estuviera a su alcance por agradar  y contentar a su marido. Aura, no pronunció palabra.

Pero, el momento inesperado, llegó. Mientras dormía en estos pensamientos, escuchó decir su nombre. Quería salir corriendo de la habitación, temblaba de miedo,  pues quien la llamaba era la mujer responsable de su dormir por cien años. La vil hada la visitaba, seguramente, para cobrar venganza al no ser invitada a la boda real. El hada solicitó con voz solvente que no se marchara de la habitación. Aura, quedó sobrecogida al escucharla. ¡Sorpresa!, la historia verdadera sobre lo sucedido distaba mucho de la que tantas veces escuchó de su padre.

Malvina, era el nombre de la visitante quien, ahora, revelaba la intención por la que recurrió a ese hechizo. Solo pretendía cuidarla de las injusticias de la época por ser mujer, inteligente y hermosa. Pues, sabía mejor que nadie las consecuencias de rebelarse ante la presión de un matrimonio sin amor; sumando a esto el hecho el no desear convertirse en madre. Ante el horror de lo que escuchaba el pueblo y para el bienestar de este, hicieron correr el rumor acerca de la personalidad resentida y vengativa de Malvina para asegurarse que nadie seguiría su ejemplo. El hada pensó que cien años bastarían para que la sociedad evolucionara y comprendiera la necesidad de vivir bajo el concepto de equidad, por eso la durmió, los durmió por tanto tiempo. Pero, no es todo. Malvina, ¡era su tía! Aura, no lo sabía porque antes de su nacimiento, ella no cedió ante el acoso del rey (esposo de su hermana), a quien denunció ante la corte. Nadie creyó en su versión, por lo que se le otorgó el cargo de hada, alejada de palacio. Mas no entristezcan su corazón, porque al instante de enterarse que su sobrina había contraído matrimonio tan prontamente, decidió presentarse a pesar del peligro que corría. Aura, envuelta de un guerrero silencio, se acercó y la abrazó. Aura, le solicita que espere unos instantes, que ella solucionará esta confusión.  

¡Atención a lo que viene!… Queriendo encarar al padre por la injusticia cometida, Aura, escuchó los detalles escabrosos de un contrato. El rey ofrecía al príncipe - esposo la suma de 90 escudos de corazones de por vida, con la condición de asegurar la descendencia al trono.  Aura, ni siquiera interrumpió esta aberración; deseaba correr y correr, el instinto la instaba a llegar a la torre; hasta ese entonces, símbolo de la valentía del hombre villano que ahora conocía, para por fin contar su verdad. ¡Espanto!, mientras marcaba pasos firmes hacia su destino, descubrió que no era la única sumergida en una pesadilla. Un hombre golpeaba impunemente a una mujer en la esquina de un bazar, sin que nadie se pronunciara al respecto. Aura, sentía que debía correr aún más rápido. Lamentablemente, en la siguiente cuadra, jovencitas eran hostigadas por un grupo de hombres;  ninguno de los testigos alzó la voz. Aura, corría, corría y corría con valentía en el alma.

Por fin, ya en la torre, tomó pinturas y brochas del artista del pueblo, mientras los ojos  curiosos comenzaron a rodearla. En los ladrillos plasmó: “¡Mujer!, no me gusta cuando callas” y “Ni la tierra, ni las mujeres somos territorio de conquista”. En seguida, promulgó:

-Soy Aura, la mujer que se ha cansado de escuchar por boca de otros su propia historia. Gracias a estos mensajes escritos en las paredes de esta torre, me he liberado de los abusos, de los engaños, de la esclavitud de la belleza. Y, las libero a ustedes de esperar a un príncipe salvador inexistente, porque somos dueñas y responsables de nuestra vida. Aura, se percata que entre la multitud se encuentra su  madre en compañía de Malvina. Con voz dulce pero severa, se dirige a ella para liberarla del mundo de apariencias en la que ha vivido durante tantos años; la abraza férreamente. Soy Aura y dejo estos mensajes para que sea contada la versión correcta de mi historia.

 ¿Qué creen que sucedió después?... Aura, fue la primera mujer del reino en obtener el divorcio; la segunda fue su madre. Ellas y, en compañía de Malvina, edificaron un reinado de equidad.

Y, colorín colorado, este cuento recién está comenzando.

 

 

 

                                                            HANZEL CARTER 


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