Tiralíneas 0.2
¿Cómo detengo esta sequía que se cierne sobre mis hombros? ¿Dónde encuentro el consuelo que necesito para dejar de escribir? ¿Cuánto tabaco será suficiente para nublar los pensamientos qué hay en mi cabeza? Son muchas preguntas, muchas, para el poco tinto y tinta que me queda.
Las tiendas ya cerraron hace un par de horas. Tendré que ir mañana temprano, comprar unos cuantos lápices, un pedacito de goma, quizá hasta nuevos cuadernos de 100 hojas. Una botella, un paquete de cigarritos. Debería hacer una lista para no olvidar estas cosas cuando vaya. El problema es que no tengo papel, ni las ganas que se necesitan para hacer una. Entonces ¿qué? ¿Finalmente vuelvo a resignarme? Ya lo he hecho demasiado durante este último tiempo. Al menos tengo conciencia plena de ello. No lo sé. Lo decidiré más tarde, en unas horas, en unos días, en una semana como mucho. Mientras tanto, puedo darme el lujo de atormentarme con otras cosas. Puedo regodearme hasta el cansancio.
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